Nos acercamos hoy a las callejas de Jerusalén, estrechas y entrecruzadas formando una enorme red, serán escenario de idas y venidas de algunos personajes atrapados en sus laberintos. Como nosotros, cuando nos dejamos atrapar por dinámicas que nos envuelven, nos encierran y nos condenan a deambular sin destino ni salida. Todos nuestros laberintos nos sepultan un poco en vida.
Jesús es la puerta de salida a nuestros laberintos interiores.
