También aquí en el llamado viejo continente desarrollamos nuestra vocación misionera.
En un mundo tan entrelazado creemos que todo lo que pasa en el mundo está interconectado y por tanto desde aquí somos responsables de lo pase por allá.
Creemos que forma parte de nuestra vocación animar misioneramente a nuestra Iglesia Española y Europea, abrir puertas y ventanas para que abramos nuestras mentes, horizontes y responsabilidades más allá de nuestras parroquias. La primera misión de la Iglesia es anunciar el Evangelio y es esto lo que le da vida. Para ello también realizamos acciones de promoción vocacional entre nuestros jóvenes y adultos, solteros y casados, con o sin familia. Porque todos somos llamados a la misión y a seguir a Cristo. Seguimos necesitando misioneros que den su vida y partan a otros países, a otras culturas a compartir y tender puentes con los hermanos.
Estamos igualmente comprometidos con la formación de estas personas que se van uniendo y que necesitan estar bien preparados para partir. Porque creemos que cada misionero y misionera debe dar lo mejor de uno mismo y estar bien preparado y formado.
Y en este mundo tan pequeño nos abrimos a las necesidades y desigualdades que también aquí encontramos, porque no son sino dos caras de la misma moneda. Nos abrimos de manera especial a los hermanos inmigrantes que venidos de otras culturas llegan a buscarse la vida. Como hemos sido acogidos también nosotros queremos acoger. Nos involucramos en acciones de educación al desarrollo, justicia y paz porque sabemos que todo está relacionado, lo que aquí hacemos, consumimos o dejamos de hacer se transmite como la fuerza en un látigo y castiga o ayuda a los hermanos de otros países.