Ser misionero/a no es una aventura cómoda, sino un camino de entrega total. Es servir con el corazón, con inteligencia y con esfuerzo. Es llevar esperanza donde parece que no la hay, aprender de cada cultura, y compartir el Evangelio desde lo más profundo de nuestro ser.
Entre lágrimas y sonrisas, cansancio y alegría, descubrimos que Dios camina con nosotros… en cada paso, en cada gesto, en cada misión.

