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Misioneros de la Misericordia

 Papa Francisco explica qué es un misionero de la misericordia

El Papa Francisco recibió el pasado 9 de febrero a 650 de los más de 1000 misioneros de la misericordia, los sacerdotes que durante el Año Santo perdonarán en todo el mundo los pecados reservados a la Sede Apostólica y que predicarán de manera especial el perdón y el amor de Dios.

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¿Cuál es la misión de los misioneros de la misericordia?    

“Ser misionero de la misericordia es una responsabilidad que les es confiada a ustedes porque se les pide ser en primera persona testimonio de la cercanía de Dios y de su modo de amar”, dijo el Santo Padre a los presentes en la Sala Regia del Palacio Apostólico del Vaticano en donde los recibió en audiencia luego de la procesión que hicieron los sacerdotes hasta el lugar.

Los misioneros han sido seleccionados en todo el mundo y tienen como misión perdonar algunos pecados reservados a la Sede Apostólica.

La Santa Sede ha precisado al respecto que si bien todos los sacerdotes pueden perdonar el pecado del aborto en este Año Santo, los misioneros de la misericordia están “limitados exclusivamente” a otros cuatro pecados graves.

Estos son: la profanación de las especies (hostias y vino consagrado) de la Eucaristía robándolas o guardándolas para algún propósito sacrílego, el uso de la fuerza física contra el Romano Pontífice, la absolución de un cómplice en un pecado contra el sexto mandamiento (por ejemplo si un sacerdote tiene relaciones sexuales con una mujer o con otro hombre, luego lo confiesa y lo absuelve de ese pecado); y la violación del secreto de confesión.

El día de mañana, Miércoles de Ceniza, estos misioneros de la misericordia serán enviados por el Santo Padre para realizar su misión en todo el mundo.

 

Por lo especial de su ministerio, estos sacerdotes viajarán constantemente para atender a la mayor cantidad de personas que necesiten la absolución sacramental.

¿Cómo debe ser el misionero de la misericordia?

En su discurso, Francisco ofreció algunas reflexiones “para que el mandato que recibirán pueda ser realizado de manera coherente y como una ayuda concreta para tantas personas que se acercarán a ustedes”.

El Papa destacó que todos los misioneros que han sido elegidos para esta misión están llamados “a expresar la maternidad de la Iglesia”. “La Iglesia es Madre porque genera siempre nuevos hijos en la fe”, añadió. “La Iglesia es Madre porque nutre la fe; y la Iglesia es Madre también porque ofrece el perdón de Dios, regenerando a una nueva vida, fruto de la conversión”.

También dijo que “no podemos correr el riesgo de que un penitente no perciba la presencia materna de la Iglesia que lo acoge y lo ama”. “Si viniera a menos esta percepción, a causa de nuestra rigidez, sería un daño grave en primer lugar para la fe misma, porque impediría al penitente verse insertado en el cuerpo de Cristo”. Además, “limitaría mucho el que se sintiera parte de un comunidad”, dijo el Papa.

Francisco pidió a los sacerdotes que “entrando en el confesionario, acordémonos que es Cristo quien acoge, es Cristo quien escucha, es Cristo quien perdona, es Cristo quien dona la paz”.

“Nosotros somos sus ministros, y somos los primeros en necesitar ser perdonados por Él”, afirmó.

“Por tanto, cualquiera que sea el pecado que sea confesado, cada misionero está llamado a recordar la propia existencia de pecador y a servir humildemente como “canal’ de la misericordia de Dios”.

Otro aspecto del que el Papa habló fue el de “saber observar el deseo de perdón presente en el corazón del penitente”. “Es un deseo fruto de la gracia y de su acción en la vida de las personas, que permite sentir la nostalgia de Dios, de su amor y de su casa”.

En la confesión, “el corazón se vuelve a Dios reconociendo el mal hecho, pero con la esperanza de obtener el perdón”, subrayó.

Este deseo se refuerza cuando se decide en el propio corazón cambiar de vida y no querer pecar más”.

Francisco pidió dar “gran espacio a este deseo de Dios y de su perdón” así como hacerlo “emerger como verdadera expresión de la gracia del Espíritu que lleva a la conversión del corazón”.

El último tema que trató fue “un componente del que no se habla mucho”: “la vergüenza”. “No es fácil ponerse delante de otro hombre, sabiendo que es Dios y confesar el pecado”, agregó.

“La vergüenza es un sentimiento íntimo que incide en la vida personal y requiere de parte de confesor una actitud de respeto y ánimo”.

El Pontífice aprovechó entonces para destacar “qué importante es nuestro papel en la confesión”. “Ante nosotros hay una persona ‘desnuda’, con su debilidad y sus límites, con la vergüenza de ser pecador”.

“No olvidemos –pidió– que ante nosotros no existe el pecado, sino el pecador arrepentido”, dijo entonces.

“Una persona que siente el deseo de ser escuchada y perdonada. Un pecador que promete no querer alejarse más de la casa del Padre y que, con las pocas fuerzas que encuentra, quiere hacer todo lo posible para vivir como hijo de Dios”.

El Papa concluyó recordando una vez más que “no estamos llamados a juzgar, con un sentido de superioridad, como si fuésemos inmunes al pecado” sino todo lo contrario: “ser confesor según el corazón de Cristo equivale a cubrir al pecador con la cubierta de la misericordia, para que no se avergüence más y pueda recuperar la alegría de su dignidad filial”.

“Un misionero de la misericordia lleva sobre sus propias espaldas al pecador y lo consuela con la fuerza de la compasión”.


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Las 20 frases del Papa Francisco en África

 Paz, reconciliación, justicia, ecumenismo… fueron los temas principales del primer viaje del Papa argentino a África. Del 25 al 30 de noviembre de 2015, Francisco ha realizado su undécimo viaje apostólico fuera de Italia, a Kenia, Uganda y República Centroafricana. Seis intensos días con encuentros de todo tipo: autoridades civiles, obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas, musulmanes, jóvenes. En total, el Papa ha pronunciado 20 discursos y homilías en los que ha insistido en la paz, la reconciliación y la justicia, eje sobre los cuales África debe edificar su futuro. Además de las frases reunidas por la revista Vida Nueva, ofrecemos el detalle de sus actividades día por día, con enlaces a noticias, discursos y homilías del Papa Francisco.

Paz y reconciliación

1. “Me gustaría que todos digamos juntos: todos somos hermanos. Otra vez. Otra vez. Y por esto, porque todos somos hermanos, queremos la paz”

2. “Su pueblo está marcado por pruebas y violencia que provocan tanto sufrimiento. Eso hace que el anuncio del Evangelio sea más necesario y urgente”

3. “El amor a los enemigos nos previene de la tentación de la venganza y de la espiral de las represalias sin fin”

4. “Lanzo un llamamiento a todos los que empuñan injustamente las armas de este mundo: depongan estos instrumentos de muerte; ármense más bien con la justicia, el amor y la misericordia, garantías de auténtica paz”

Pobreza y justicia

5. “La deuda social, la deuda ambiental con los pobres de las ciudades se paga haciendo efectivo el derecho sagrado a las ‘tres T’: tierra, techo y trabajo. No es filantropía, es una obligación de todos”

6. “El camino de Jesús comenzó en las periferias, va desde los pobres y con los pobres hacia todos”

7. “Uganda ha mostrado una preocupación excepcional por acoger a los refugiados (…). La manera como los tratamos es una prueba de nuestra capacidad de humanidad, de nuestro respeto por la dignidad humana y, sobre todo, de nuestra solidaridad con estos hermanos y hermanas necesitados”

8. “Quisiera hacer un llamamiento a todas las parroquias y comunidades de Uganda –y del resto de África– para que no se olviden de los pobres (…) Como cristianos, no podemos permanecer impasibles. Algo tiene que cambiar”

9. “Sí, Dios es Justicia. Por eso nosotros, cristianos, estamos llamados a ser en el mundo los artífices de una paz fundada en la justicia”

10. “La paz no es un documento que se firma y se queda ahí. La paz se hace todos los días, la paz es un trabajo artesanal, se hace con las manos. Se hace con la propia vida”

Ecumenismo y diálogo interreligioso

11. “El diálogo ecuménico e interreligioso no es un lujo. No es algo añadido u opcional sino fundamental; algo que nuestro mundo, herido por conflictos y divisiones, necesita cada vez más”

12. “Los mártires nos recuerdan que, a pesar de nuestros diferentes credos y convicciones, todos estamos llamados a buscar la verdad, a trabajar por la justicia y la reconciliación, y a respetarnos, protegernos y ayudarnos unos a otros como miembros de una única familia humana”

13. “Cristianos y musulmanes somos hermanos. Tenemos que considerarnos así, comportarnos como tales. (…) Juntos digamos ‘no’ al odio, a la venganza, a la violencia, en particular a la que se comete en nombre de una religión o de Dios. Dios es paz, salam”

A los jóvenes

14. “Los jóvenes son la riqueza más valiosa de una nación. Protegerlos, invertir en ellos y tenderles una mano es la mejor manera que tenemos para garantizarles un futuro digno de la sabiduría y de los valores espirituales apreciados por sus mayores, valores que son el corazón y el alma de un pueblo”

15. “Con demasiada frecuencia, se radicaliza a los jóvenes en nombre de la religión para sembrar la discordia y el miedo, y para desgarrar el tejido de nuestras sociedades”

16. “¿Están dispuestos a transformar en la vida todas las cosas negativas en positivo? ¿Están dispuestos a transformar el odio en amor? ¿Están dispuestos a querer transformar la guerra en la paz?”

17. “Huir a los desafíos de la vida nunca es una solución. Es necesario resistir, tener el valor de la resistencia, de la lucha por el bien. Quien huye no tiene el valor de dar vida”

A los sacerdotes y religiosos

18. “Los religiosos, las religiosas y los sacerdotes no podemos llevar doble vida. Si sos pecador, pecadora, pedí perdón. Pero no mantengas escondido lo que Dios no quiere. No mantengas escondida la falta de fidelidad”

Sobre el medio ambiente

19. “No puede haber una renovación de nuestra relación con la naturaleza, sin una renovación de la humanidad misma”

20. “África ofrece al mundo una belleza y una riqueza natural que nos lleva a alabar al Creador. Este patrimonio africano y de toda la humanidad sufre un constante riesgo de destrucción”


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Próxima visita del Papa a África

papa viajeFrancisco visitará un barrio pobre de Kenia, luego se reunirá con musulmanes y cristianos evangélicos y se hará presente en un campo de refugiados en la convulsionada República Centroafricana. Al final visitará Uganda para rendir homenaje a sus mártires. Todo eso durante su primer viaje a África programado del 25 al 30 de noviembre, y en el que será testigo por primera vez de los efectos del extremismo islámico y la violencia entre cristianos y musulmanes en el continente.

El Vaticano dio a conocer el itinerario de una visita que seguro implica riesgos de seguridad que hasta ahora, salvo algunas excepciones, han estado ausentes en los viajes al extranjero de Francisco. El punto de llegada será Nairobi, en donde resalta el recorrido por el barrio Kangemi y una reunión con representantes de la comunidad religiosamente diversa de Kenia, que se ha enfrentado a la amenaza de ataques de militantes islámicos de al-Shabab desde que envió tropas para combatir a los rebeldes somalíes en 2011. Al-Shabab, vinculado a Al Qaeda, ha llevado a cabo grandes ataques en Kenia, incluyendo el ataque al Westgate Mall en Nairobi el 2013 y hace unos meses, en abril, atacaron una universidad en Garissa que mató a casi 150 personas, muchos de ellos cristianos y no musulmanes. Es seguro que Francisco aprovechará su estancia para condenar la violencia por motivos religiosos y para inspirar una mayor armonía interreligiosa.

El 27 de noviembre, Francisco se desplazará a Entebbe, Uganda, donde visitará santuarios de mártires anglicanos y católicos, y celebrará una misa en su honor. Los 45 mártires anglicanos y católicos fueron asesinados durante la persecución de cristianos en la región entre 1885 y 1887. El Papa Pablo VI canonizó a los 22 católicos africanos en 1964.

En Bangui, República Centroafricana, Francisco visitará un campo de refugiados, se reunirá con la comunidad evangélica y visitará la mezquita central Koudoukou de Bangui para un encuentro con la comunidad musulmana. El Papa ha rezado previamente en mezquitas en Jerusalén y Estambul. Mientras que el Vaticano ha tendido previamente a evitar intercambios con comunidades evangélicas que compiten por fieles con los católicos en África y en otros países en desarrollo, Francisco ha mostrado mucha más apertura al diálogo basado en gran parte en las amistades personales que forjó con los ministros evangélicos como arzobispo de Buenos Aires.

La República Centroafricana se ha visto sacudida por la violencia desde que la coalición rebelde de mayoría musulmana, Seleka, derrocó al presidente en 2013. Las violaciones generalizadas de derechos humanos cometidas por Seleka llevó a la formación de una milicia cristiana conocida como la anti-Balaka, para perseguir a los musulmanes y ya han logrado que muchos de estos huyan a países vecinos. El líder Seleka, Michel Djotodia, renunció bajo una intensa presión regional en 2014, y un gobierno de transición está dirigiendo el país, pero nuevos brotes de violencia se han intensificado recientemente. Más detalle de las situaciones en Kenia y la República Centroafricana a continuación. Sigue leyendo


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Mensaje del Papa para la Jornada mundial de la alimentación 2015

alimenMENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LA ALIMENTACIÓN 2015

Al Profesor José Graziano da Silva Director General de la FAO

  1. Esta jornada en la que se celebra el septuagésimo aniversario de la fundación de la FAO, pone en un primer plano a tantos hermanos nuestros que, no obstante los esfuerzos realizados, pasan hambre y malnutrición, sobre todo por la distribución inicua de los frutos de la tierra, pero también por la falta de desarrollo agrícola. Vivimos en una época donde la búsqueda afanosa del beneficio, la concentración en intereses particulares y los efectos de políticas injustas frenan iniciativas nacionales o impiden una cooperación eficaz en el seno de la comunidad internacional. En este sentido, queda mucho por hacer por lo que se refiere a la seguridad alimentaria, que se divisa aún como una meta lejana para muchos. Este doloroso escenario, Señor Director General, está reclamando con urgencia que se retome la inspiración que condujo al nacimiento de esta Organización y nos compromete a buscar los medios necesarios para librar a la humanidad del hambre y promover una actividad agrícola capaz de satisfacer las necesidades reales de las diversas áreas del planeta.

Se trata ciertamente de un objetivo ambicioso, pero improrrogable, que se debe perseguir con renovada voluntad en un mundo donde aumentan las diferencias en los niveles de bienestar, ingresos, consumos, acceso a la asistencia sanitaria, educación y por lo que concierne a una mayor esperanza de vida. Somos testigos, a menudo mudos y paralizados, de situaciones que no se pueden vincular exclusivamente a fenómenos económicos, porque cada vez más la desigualdad es el resultado de esa cultura que descarta y excluye a muchos de nuestros hermanos y hermanas de la vida social, que no tiene en cuenta sus capacidades, llegando incluso a considerar superflua su contribución a la vida de la familia humana.

El tema elegido para la Jornada Mundial de la Alimentación de este año: Protección social y agricultura para romper el ciclo de la pobreza rural, es importante. Un problema que pone de relieve la responsabilidad hacia los dos tercios de la población mundial que carece de protección social, incluso mínima. Un dato aún más alarmante por el hecho de que la mayoría de esas personas viven en las zonas más desfavorecidas de aquellos países donde ser pobre es una realidad olvidada y la única fuente de supervivencia está ligada a una escasa producción agrícola, a la pesca artesanal o a la cría de ganado en pequeña escala. En efecto, la carencia de protección social afecta sobre todo a los pequeños agricultores, ganaderos, pescadores y agentes forestales, obligados a vivir precariamente, porque el fruto de su trabajo depende con frecuencia de condicionamientos naturales, que a menudo escapan de su control, y a la falta de medios para enfrentar las malas cosechas o para obtener las herramientas técnicas necesarias. Paradójicamente, además, incluso cuando la producción es abundante, se encuentran con serias dificultades para el transporte, la comercialización y el almacenamiento de los frutos de su trabajo.

Durante los viajes y las visitas pastorales, he tenido numerosas oportunidades de escuchar a estas personas expresar sus penosas dificultades, y es natural que yo me haga portavoz de las arduas preocupaciones que me han confiado. Su vulnerabilidad, en efecto, tiene repercusiones muy gravosas en su vida personal y familiar, ya abrumada por el peso de tantas contrariedades o por jornadas agotadoras y sin límite de tiempo, como no sucede en tantas otras categorías de trabajadores.

  1. Las condiciones de las personas hambrientas y malnutridas pone de manifiesto que no es suficiente ni podemos contentarnos con un llamado general a la cooperación o al bien común. Tal vez la pregunta sea otra: ¿Es aún posible concebir una sociedad en la que los recursos queden en manos de unos pocos y los menos favorecidos se vean obligados a recoger sólo las migajas?

La respuesta no puede limitarse a buenas intenciones y propósitos, radica más bien en «la paz social, es decir, la estabilidad y seguridad de un cierto orden, que no se produce sin una atención particular a la justicia distributiva, cuya violación siempre genera violencia» (Enc. Laudato si’, 157). En efecto, para las personas y las comunidades, la falta de protección social es un factor negativo en sí mismo y no puede restringirse sólo a las posibles amenazas para el orden público, puesto que la desigualdad afecta a los elementos fundamentales del bienestar individual y colectivo, como, por ejemplo, la salud, la educación, la calidad de vida, la participación en los procesos de decisión.

Pienso en los más desfavorecidos, en aquellos que, por la falta de protección social, sufren las nocivas consecuencias de una crisis económica persistente o de fenómenos relacionados con la corrupción y el mal gobierno, además de padecer los cambios climáticos que afectan a su seguridad alimentaria. Son personas, no números, y reclaman que las apoyemos, para poder mirar el futuro con un mínimo de esperanza. Piden a los gobiernos y a las instituciones internacionales que actúen cuanto antes, haciendo todo lo posible, aquello que dependa de su responsabilidad.

Tener en cuenta los derechos de los hambrientos y acoger sus aspiraciones significa ante todo una solidaridad transformada en gestos tangibles, que requiere compartir y no sólo una mejor gestión de los riesgos sociales y económicos o una ayuda puntual con motivo de catástrofes y crisis ambientales. Es esto lo que se pide a la FAO, a sus decisiones y a las iniciativas y programas concretos que se lleven a cabo en los distintos lugares.

Esta perspectiva antropológica, sin embargo, muestra que la protección social no puede limitarse al incremento de los beneficios, o quedar reducida a la mera idea de invertir en medios para mejorar la productividad agrícola y la promoción de un justo desarrollo económico. Se debe concretizar en ese «amor social» que es la clave de un auténtico desarrollo (cf. ibíd., 231). Si se considera en su componente esencialmente humana, la protección social podrá aumentar en los más desfavorecidos su capacidad de resiliencia, de asumir y sobreponerse a las dificultades y contratiempos, y a todos hará comprender el justo sentido del uso sostenible de los recursos naturales y del pleno respeto de la casa común. Pienso, en particular, en la función que la protección social puede desarrollar para favorecer la familia, en cuyo seno sus miembros aprenden desde el inicio lo que significa compartir, ayudarse recíprocamente, protegerse los unos a los otros. Garantizar la vida familiar significa promover el crecimiento económico de la mujer, consolidando así su papel en la sociedad, como también apoyar el cuidado de los ancianos y permitir a los jóvenes continuar su formación escolar y profesional, para que accedan bien capacitados al mundo laboral.

  1. La Iglesia no tiene la misión de tratar directamente estos problemas desde el punto de vista técnico. Sin embargo, los aspectos humanos de estas situaciones no la dejan indiferente. La creación y los frutos de la tierra son dones de Dios concedidos a todos los seres humanos, que son al mismo tiempo custodios y beneficiarios. Por ello han de ser compartidos justamente por todos. Esto exige una firme voluntad para afrontar las injusticias que nos encontramos cada día, en particular las más graves, las que ofenden la dignidad humana y afectan profundamente nuestra conciencia. Son hechos que no permiten a los cristianos abstenerse de prestar su contribución activa y su profesionalidad, sobre todo a través de diversas organizaciones, que tanto bien hacen en las zonas rurales.

Ante las dificultades, no puede prevalecer el pesimismo o la indiferencia. Lo que hasta ahora se ha hecho, no obstante la complejidad de los problemas, es ya motivo de aliciente para toda la Comunidad internacional, para sus instituciones y sus líneas de acción. Entre ellas, pienso en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, aprobada recientemente por las Naciones Unidas. Espero que no se quede sólo en un conjunto de reglas o de posibles acuerdos. Confío que inspire un modelo diverso de protección social, tanto en el plano internacional como nacional. Se evitará así utilizarla en beneficio de intereses contrarios a la dignidad humana, o que no respetan plenamente la vida, o para omitir responsabilidades que dejan los problemas sin resolver, agravando de esta manera las situaciones de desigualdad.

Que cada uno, en aquello que dependa de él, dé lo mejor de sí mismo en espíritu de genuino servicio a los demás. En este esfuerzo, la acción de la FAO será fundamental si dispone de los medios necesarios para asegurar la protección social en el marco del desarrollo sostenible y de la promoción de cuantos viven de la agricultura, la ganadería, la pesca y los bosques.

Con estos deseos, invoco sobre usted, Señor Director General, y sobre cuantos colaboran en este servicio a la familia humana, la bendición de Dios rico en misericordia.

Vaticano, 16 de octubre de 2015.

FRANCISCO


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Ecologismo de frontera

laudato-siPublicado por GABRIEL Mª OTALORA en ECLESALIA,

Leí hace algún tiempo a González Faus una reflexión sobre que los obispos del s. XXI deberán ser hombres de frontera y no hombres de barreras. Esta es la actitud que ha tomado el obispo de Roma, a la sazón papa Francisco, al escribir su primera encíclica centrada en el problema ecológico que le hemos creado a nuestro planeta y sobre el cuidado de lo que él llama “la casa común”.

En una primera lectura, me quedo con su escritura diáfana y clara, alejada de otro tiempo en el que las encíclicas eran para iniciados en teología y que además estuvieran familiarizados con el lenguaje formalista y curial; el texto que nos ocupa es accesible a cualquier laico -incluido el precio, que no llega a tres euros- por lo directo y de difícil doble interpretación. En su llamada de atención, el papa recuerda textos de los papas anteriores denunciando este problema estructural, a los que desborda por cantidad y claridad hasta el punto de haber incomodado ya a algunos que se dicen cristianos. Francisco nos señala que muchos de los esfuerzos por buscar soluciones a la crisis medioambiental y al agotamiento de los recursos naturales se frustran no solo por el rechazo egoísta de los poderosos sino, atención, “por la falta de interés de los demás”; es decir, de los cardenales, obispos y de todos nosotros.

Francisco analiza una realidad incómoda para quienes vivimos en el Primer Mundo abusando de una huella ecológica varias veces superior a la que nos podemos permitir, al tiempo que señala a los que más pierden, que son los desheredados de la Tierra como un sinónimo de los predilectos del Maestro; y les hemos apartado de una vida digna por nuestras prácticas del consumismo extremo y selectivo de una minoría consumista que entre otras cosas nos permitimos desperdiciar casi un tercio de los alimentos. Por eso afirma que frente al cambio climático, hayresponsabilidades diversificadas (sic) donde los pueblos más vulnerables deben ser objeto de atención prioritaria.

Recuerda con valentía el sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas que logran que el interés económico prevalezca sobre el bien común. Escribe desde la esperanza -“el amor social”-, la necesidad de diálogo en serio y la educación porque lo cierto es que el actual sistema mundial es insostenible desde diversos puntos de vista. Dedica un capítulo entero a “la raíz humana de la crisis ecológica” donde la ciencia y la tecnología no son neutrales en nuestra cultura del relativismo. Él lo resume en una idea troncal muy clarificadora de que no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental que incluye también a la ecología de la vida cotidiana.

El papa echa en falta con urgencia la presencia de otra globalización que tenga una  visión de futuro en la que emerja una verdadera autoridad política mundial sin recetas uniformes y no, añado yo, el poder omnímodo de la codicia que todo lo envenena. Reitera lo contrario de lo que hoy es la hoja de ruta bendecida por no pocos católicos: la política no debe someterse a la economía  y ésta no debe someterse a los dictámenes de la tecnocracia. Llega a proponer que tenemos que convencernos de que desacelerar un determinado ritmo de producción y de consumo puede dar lugar a otro modo de progreso y desarrollo. Exactamente lo contrario al modelo de globalización materialista que llevan con mano de hierro el Banco Mundial, el FMI, la troika, los mercados, los actuales dirigentes de la UE, de Estados Unidos, de España…

Naturalmente que también nos habla de Dios y de Francisco de Asís (el título de la encíclica es una alabanza que cantaba el santo) afirmando que la espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo, convertido en el modelo omnipresente y obsesivo actual. Nos habla del amor social como fuente del verdadero desarrollo más humano, más digno, en suma más cristiano. Acaba la encíclica con dos bellas oraciones acordes con la sensibilidad ecológica.

En definitiva, estamos ante un análisis en clave de denuncia profética pero que no ha querido cargar sobre los posibles culpables o responsables (en alguna medida todos lo somos) sino en la urgencia de mirar el mundo con una mirada diferente, responsable y madura, sintiéndonos amados por el amor del Dios de la vida y por el sufrimiento de la mayoría de los seres humanos como sufridores que son del grave atentado estructural a nuestra ecología. A quien le piquen las palabras del papa, lo mejor es que se rasque la conciencia.