Del 8 de diciembre de 2015 hasta el 20 de Noviembre de 2016, estamos llamados a vivir el “Año de la misericordia” que el Papa Francisco anunció el pasado 13 de Marzo con las palabras: las puertas de la Iglesia “permanecen abiertas, para que quienes son tocados por la gracia, puedan encontrar la certeza de su perdón”.
Desde su inicio, la Newsletter [Comboni JPIC Network] se ha inspirado en el llamado a toda la Iglesia de ser testigos de la Misericordia de Dios a partir de la lucha por la justicia social. Así, este jubileo se vuelve, en un llamado también a reafirmar nuestro compromiso de continuar trabajando por la justicia, la construcción de la paz y la integridad de la creación.
Las numerosas personas que viven cada día bajo el agobiante peso de la inequidad, en situaciones de pobreza extrema, en medio de guerras interminables, del hambre y la persecución, de la soledad y la muerte, no encuentran fácil cuando no imposible experimentar el amor de Dios a través de los acontecimientos diarios.
Dice Papa Francisco en su encíclica Laudato si’: Fuimos concebidos en el corazón de Dios, y por eso “cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario” (N° 65).Y añade “la relación con Dios, con el prójimo y con la tierra”, según la Biblia, son relaciones vitales que se han roto, no sólo externamente, sino también dentro de nosotros. Esta ruptura es el pecado. La armonía entre el Creador, la humanidad y todo lo creado fue destruida por haber pretendido ocupar el lugar de Dios, negándonos a reconocernos como criaturas limitadas. Este hecho desnaturalizó también el mandato de “dominar” la tierra (cf.Gn 1,28) y de “labrarla y cuidarla” (cf. Gn 2,15). Como resultado, la relación originariamente armoniosa entre el ser humano y la naturaleza se transformó en un conflicto (cf. Gn 3,17-19 – N° 66). En la narración sobre Caín y Abel, vemos que los celos condujeron a Caín a cometer la injusticia extrema con su hermano. Esto a su vez provocó una ruptura de la relación entre Caín y Dios y entre Caín y la tierra, de la cual fue exiliado (N° 70).
Y «cuando la justicia no habita en la tierra… la vida está en peligro». Hemos construido un mundo que está en riesgo, pero la Misericordia de Dios nos da esperanza y la esperanza tiene la última palabra. El año sabático, cada siete años (cf. Lv 25,1-4), y el año jubilar, una vez pasados siete años sabáticos, es decir cuarenta y nueve años, se celebraba el año del perdón universal y de la «liberación de la tierra para todos sus habitantes «(Lv 25:10). Se trataba por lo tanto de recuperar el equilibrio y la equidad en la relación de los seres humanos entre sí y con la tierra donde viven y trabajan.
Al igual que los hebreos del Antiguo Testamento “podremos encontrar en este Jubileo la alegría para redescubrir y hacer más fecunda la misericordia de Dios, con la cual todos estamos llamados a dar consolación a cada hombre y cada mujer de nuestro tiempo”. Esto nos exige unas acciones globales en contra de las injusticias que sufre no solo nuestro prójimo sino también la tierra; en particular contra el Acaparamiento de Tierras que provoca desastres naturales y muerte.
Este jubileo se vuelve, entonces, en un llamado también a reafirmar nuestro compromiso de continuar trabajando por la justicia, la construcción de la paz y la integridad de la creación.