El pasado fin de semana hemos tenido la alegría de compartir varios momentos como familia comboniana en Madrid.
El jueves, diversas confesiones religiosas habían convocado un acto por la acogida y la paz, en respuesta a la crisis humanitaria que estamos viviendo en Europa. La comunidad islámica nos acogía en el patio de la primera mezquita levantada en Madrid en la época moderna, en el barrio de Tetuán. Asociaciones budistas, evangélicas, ba´hai, krishna, la iglesia metropolitana (que no sé quiénes son) y otras, llenábamos las sillas colocadas en el patio, hasta hacer necesario que varios se sentaran en el suelo. Actos similares se han desarrollado en años pasados en este centro islámico cuando la situación social lo ha requerido.
Llegué cuando recién comenzaba el canto de entrada, avancé hacia el otro lado y ahí, de pie en una esquinita apartada me encontré a Lorenzo y Celia. Una alegría para los tres este encuentro inesperado, compartiendo el carisma que nos une en medio de la pluralidad universal de corazones pidiendo paz y hospitalidad. Lorenzo, con su vértebra no encontraba la postura, y yo con la mía me senté al poco en el suelo. Desde ahí veía pasar a unos y otros, incluidas las reporteras de 13Tv que entrevistaron a algunos de los convocantes. Cuando pasó José Luis Segovia, el vicario social de Madrid, pude verle de cerca los zapatos, con sus costuras abiertas de haber caminado mucho. Por arriba se veía su traje discreto, pero, como en la canción de Luis Guitarra, por los pies se reconoce al que a todo está dispuesto… quien siempre está en camino tiene gastadas las suelas.Mirar desde abajo te permite ver lo que no se ve.
El viernes del Sagrado Corazón compartimos la misa con los combonianos, las hermanas, y los trabajadores de la casa y la editorial, con sus familias. Ramón nos invitó a todos a presentarnos en el rito de entrada, y pudimos disfrutar la riqueza de todos, los que están y los que están de paso, los jubilados y los que acaban de entrar en la casa comboniana. Entre ellos, nosotros como LMC, agradecidos al Señor por esta familia regalada. En el picoteo de después, un joven, hermano de un trabajador, nos preguntaba sobre eso de ser laicos y misioneros. Y conocimos a Torres, un joven hermano mozambiqueño que en tres semanas marcha al teologado de Lima. Otro encuentro feliz, compartiendo nuestro recuerdo y su ilusión.
Ayer sábado, asamblea anual de la CALM, otro momento alegre y agradecido. Estaban contentos los veteranos porque este año éramos más que otras veces. Muchas propuestas, ideas de futuro, compensada la experiencia y la juventud. Durante el almuerzo, un mar de continentes en cada mesa. Marta, javeriana, se prepara para salir a Brasil (justo en la triple frontera con Perú y Colombia) en enero. María, que resultó ser la madrina de nuestro párroco en San Basilio, nos contaba los trabajos de su hijo como personal de la ONU en la pacificación de Colombia. Y su historia personal: tres veces se puso disponible para ir a misión, y por A o por B, no se concretó. Ahora cuida a su esposo enfermo de cáncer y participa en la animación misionera en su parroquia. Para concluir el encuentro, la eucaristía con el director del IEME, caído horas antes deZimbawe, de visitar a sus compañeros; toda su vida en el sur del Perú, incluidos los años más duros de la guerra interna en los pueblos de Puno, a 3800 metros de altura.. Ahora extraña comer el cuy.
Un fin de semana para salir a la superficie y tomar el aire del Espíritu.