Os compartimos una pequeña reflexión en torno a la experiencia comunitaria que como Familia comboniana se está teniendo en el camino de Santiago. Tanto la acogida a los peregrinos como la posibilidad de mostrar la dimensión misionera de nuestra fe está siendo toda una riqueza.
“…Llama la atención como la Eucaristía está teñida del camino. Las homilías o las introducciones a la misma, siempre nos hacen referencia a todo camino. Al de Santiago, al de nuestra vida… Experimentar en este camino físico cómo debería ser nuestro camino vital: con poco equipaje. Cuanta más sea la carga que llevemos, más difícil sera avanzar, más tardaremos en llegar a donde quiera que vallamos. Las mochilas del peregrino tiene que ser ligeras. Y si comenzó el camino muy cargado, se irá dando cuenta de las cosas superfluas que ha de ir dejando atrás, quedarse con lo esencial, desprenderse. Y así es el camino de nuestra vida. O así debería de ser, porque la realidad nos dice que estamos haciendo lo contrario. Acumulamos y acumulamos peso y más carga sobre nuestras espaldas, sobre nuestros hombros, haciéndose el camino de la vida más y más pesado cada día. Y nos resistimos a desnudarnos de todo lo que nos estorba para ser felices, porque seguramente es eso lo que no nos deja ver el camino con claridad.
Nos parecería ridículo ver a un peregrino por estos parajes con unas anteojeras, con gafas de sol, con las orejas tapadas por música, con una gran mochila cargada de cosas a todas luces innecesarias. No disfrutarían del camino, de la naturaleza tan exuberante y verde que nos ofrece esta tierra. Ni del canto de los pájaros, ni el poder hablar y relacionarse con otros caminantes. ¡Que anormalidad! Y sin embargo vemos normal andar por la vida cargados, doblados por el peso, no de la existencia, sino de nuestras posesiones más preciadas; esas que no nos acompañarán como no lo han hecho a lo largo de la historia del hombre, al final de nuestro camino vital. Posesiones que no nos dejan disfrutar de la vida a todo color, de la sinfonía continua del camino y de las personas que se agregan a nuestra vida, pasan por ella o las vamos perdiendo de vista poco a poco. O de golpe. Y es, en este último caso, cuando reflexionamos y caemos en la cuenta de que estamos muy cargados en la vida. De que perdemos el tiempo en escuchar nuestra propia música, viendo la vida a través de nuestras gafas, no más allá de lo que nos permiten nuestras orejeras. De que estamos encerrados en nosotros mismos y en los problemas que nos creamos también nosotros.
La parroquia está a tope de gente. Muchos jóvenes que vienen de otras parroquias de España, de movimientos cristianos, sacerdotes que les acompañan, monitores, religiosos en bicicleta o religiosas caminando con sus bastones o palos. Tanta diversidad de gente y tanta gente diversa, que uno, ni dos ni los cinco que estamos por aquí podemos poner en pie. Nos llama la atención la mucha devoción y piedad de tantos y tantos jóvenes, de otras tantas personas no tan jóvenes. ¿Es solo una semilla que se planta en este camino? ¿Caída al borde del camino o entre zarzales? ¿O caída en buena tierra, que dará mucho fruto? Pedimos a Dios Padre para que la Palabra ofrecida en estas palabras caigan, como la semilla, aunque sea al borde del camino. Al menos servirá para alimentar a los pájaros, de esos que no tienen que preocuparse por la comida ni por el vestir. Y las que Él considere necesario o prudente, caigan en tierra buena o menos buena.
Y después de la Eucaristía volvemos a casa. Y a esperar otro nuevo día, que nos traerá nuevas personas, con sus cargas, con sus vidas; a las que esperamos “aliviar” de alguna manera. O que ellos nos iluminen a nosotros. Es cuestión de irnos pasando la luz y la sal. De compartir lo que de poco tenemos para llegar al final de nuestro camino».
Juan Eugenio Escobar. LMC
15 julio, 2016 en 8:17 pm
Desde hace tres an~os estuve por llegar a Santiago 16 de julio de 2013, después de haber caminado tres meses desde Alemania, juntamente con mi cun~ado. Nuestros cohermanos en Santiago nos recibieron muy bién, igual como unos días Antes el P. Juan Antonio en Fuerelos.
Al final del camino era mi conclusión: Peregrinar es cosa sencilla: levantarse cada man~ana, tomar su mochila y seguir adelante – y no perder la meta de la vista.
A todos los peregrinos LMC «Buen Camino»
Cordialmente P. Jim (Herbert Gimpl MCCJ)