Caminar abiertos, a lo desconocido, con capacidad de aceptar lo que venga. Es un don.
Esta actitud, es la que encontramos en muchos de los peregrinos que se lanzan a hacer el Camino de Santiago. Podemos preguntarles: ¿por qué, para qué? pero no hay una respuesta común, el camino se hace «solo» y en él es donde muchos encuentran la respuesta.
Después de estar dos semanas, dando un servicio de acogida, no me puedo guardar las sorpresas que encontré día a día cuando se acercaban a la Parroquia de S. Tirso en Palas del Rei (Lugo), para sellar la «compostelana» al final de una etapa, y seguir al día siguiente la marcha hacia Santiago.
Según entran en la iglesia, les sonrío y ese pequeño gesto, muchas veces es suficiente para un saludo, una breve conversación y casi sin darnos cuenta iniciar un compartir abriendo el corazón.
Por qué están aquí, qué les movió a seguir, haciendo este esfuerzo soportando sol, lluvia, peso, dolor o cansancio? Y cuentan… Algunos han sido movidos por una promesa, un esfuerzo ofrecido al Padre, una petición o una acción de gracias por una causa concedida. Pero para muchos fue un lanzarse intuitivamente, sin saber, por cortar con una vida que nos «come» que nos «arrastra» o por acompañar a un amigo. Y ahí, sin darse cuenta, en el silencio del paso a paso, en solitario, muchos, encuentran a Dios.
Sí, hay peregrinos que me han dejado huella: aquella señora mayor que caminaba desde, no recuerdo el país extranjero, pidiendo por su nieto de 8 años deficiente mental más otras complicaciones que tenía a su madre agotada; un grupo de chicos, dos de ellos preocupados por encontrar algo para sus vidas por lo que luchar; una viuda desde el mes anterior que hacia el camino programado con su marido para hacerlo juntos; 3 personas haciendo campaña por una Asociación de Los Niños de Cáncer; bomberos voluntarios acompañando a discapacitados; una pareja de jóvenes haciendo su viaje de novios; padres e hijos en familia; minusválidos caminando solos…etc, etc. Mayores o jóvenes, solos o en grupo…desde Polonia, EEUU, Valencia, Cataluña, Australia, Corea, o «desde la puerta de mi casa y sola porque quiero encontrarme con Dios» como me respondió una joven francesa. ¡Admirable! Y es que es así, pues si somos capaces de dejarle a Él hacerse presente en nuestra vida, Él nos habla.
Creo que merece la pena este servicio. Por lo que supone para el caminante encontrar una iglesia abierta y acogedora, que alivie un poco el cansancio o te escuche hablar de Dios sin tapujos, que ofrece el descanso de un banco para orar …Pero también para mí misma pues todo esto me ha ayudado a hacer una reflexión positiva uniéndome al sentir de los peregrinos sobre lo que es o no es importante, sobre la Iglesia universal y sobre todo a dar gracias a Dios por ¡tanta fe!
Mª Carmen Polanco. LMC