«Vuestro soy, para vos nací, ¿qué mandáis hacer de mi?»

Como ya anunciamos en nuestro blog, hace unas semanas se  hizo público el nombramiento del misionero comboniano Jesús Ruiz como nuevo obispo auxiliar de Bangassou en República Centroafricana.

Su relación con los LMC de España siempre ha sido muy intensa y cercana, desde el inicio de nuestra andadura de nuestro Movimiento en España, hasta el último periodo de tiempo en el que ha formado parte de la Comunidad Apostólica de  la misión de Mongoumba  en Repúbica Centroafricana.

A continuación transcribimos parte del último Diario de misión que nos ha llegado  que nos hace sentirnos en comunión con la Iglesia de Bangassou y pedimos al Señor por ella,  por su gente y por su nuevo obispo. Que el Señor le acompañe y guíe en esta nueva tarea que le ha sido encomendada.

 “…Llevo ya tres noches sin dormir como Dios manda; algo se ha alterado en mi organismo desde que el día 28 de junio, en mitad del consejo parroquial, la voz telefónica de David, secretario del Nuncio Apostólico, me dijera que tengo que presentarme lo más rápido posible a la Nunciatura.
Los rumores circulaban desde octubre de 2015 cuando, estando de vacaciones en España, los delegados del Capítulos venían de Roma con un rumor que a mí me sonaba algo surrealista…
Hoy lunes 3 de julio de 2017, el nuevo Nuncio Apostólico de Bangui, Santiago, acaba de darme la noticia: “el Santo Padre ha decidido nombrarte obispo auxiliar de Bangassou. Tiene prisas pues la situación de Bangassou está que arde y la salud de Juanjo nos preocupa. Dinos cuándo quieres que hagamos público tu nombramiento: este sábado o la semana próxima, pero lo antes posible…;Si necesitas unos días de reflexión…, pero dinos cuanto antes cuando pueden publicarlo en el Observatorio Romano y Radio Vaticana…”
Consciente de que esto no es para mí, que nunca se me había pasado por la mente y que no me podía ocurrir algo parecido, pensaban que se habrían olvidado de mí y estaba preparando maletas para regresar a España antes de final de año para estar un poco más cerca de mis ancianos padres después de casi veinticinco años en África.
Ante el Nuncio, no he necesitado más tiempo para discernir y decidir lo que ya he rumiado y orado mucho a salto de mata en estos últimos dos años. No me apetece lo más mínimo pero he dado mi “fiat”, acepto. Alguna alarma física se ha saltado en mi interior y por ello no llego a conciliar el sueño, pero estoy con una gran paz interior fruto de una decisión cara a cara con Aquél que es el fundamento de mi vida. Ahora encajo mejor aquellas vacaciones de 2015 donde tuve un subidón espiritual acompañado por la experiencia de la vida y obra de Teresa de Jesús: “vuestro soy, para vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?” Ahora comprendo que el Señor me ofrecía mi Tabor particular antes de ir a Jerusalén. El Señor me estaba metiendo el caramelo en la boca antes de indicarme la ruta hacia Jerusalén.
Humanamente hablando no me apetece lo más mínimo y hasta me suena algo a “kamikaze”; mi oración estos últimos días ha sido la misma: “si es posible aparta de mí este cáliz…, pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres…” Sé que será mi cruz, pero no me siento obligado… Soy consciente de dónde me va a llevar esta decisión, pero confío que será una cruz gloriosa…
Hace más de treinta y dos años, en Moncada, entregué mi vida al Señor; la entregué toda entera, no el 50 ó el 75%; no voy ahora escatimar o renegociar lo que hace muchos años entregué gratuitamente. “El que pierda gana…”, decía el Evangelio de este domingo. Mi aceptación es una cuestión de amor: “me amó y se entregó por mí”. En cuestiones de amor no caben medias tintas, ni porcentajes; o todo, o nada.
“¿Dime cuándo quieres que se publique?”, me insiste el Nuncio. Todos mis planes se fueron al garito: acompañar a mis padres; regresar a España y hacer un tiempo sabático; una discreta pre-jubilación antes de un último regreso a África; el descanso del guerrero después de la batalla… Por mucha exégesis que quiera hacer, el evangelio del domingo pasado resuena una y otra vez: “quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí…”.
 El nuncio valenciano, Santiago, me anima contándome su recién estrenada misión en Centroáfrica (llegó de la Nunciatura de Madrid la semana pasada) Intuyo que para un diplomático vaticano no es muy apetecible ser enviado al país más pobre del mundo, y encima con la que está cayendo… Sí, he pensado, hay una gran diferencia entre él y yo: para él serán 2-3 años, 4 al máximo, y luego le darán nueva misión en otro país del planeta; para mí, pensaba, esto es mi desposorio con este pueblo, al que quiero mucho, y que tanto me duele su sufrimiento; mi desposorio es por el resto de mis días. Para el Nuncio, he pensado, sería como un «noviazgo» más o menos forzado, luego cambiará de «novia» cambiando de país…; yo me desposo por amor para el resto de mis días con este pueblo que está muy enfermo, en la UVI. Sí, quiero.
Bangassou es ahora mi heredad, aunque siguiendo el parangón del noviazgo esto me suena a ‘agencia matrimonial por correspondencia’. Nunca antes he puesto el pie en esas tierras a unos 1000 km de donde yo vivo… No conozco ni sus gentes, ni sus lenguas, ni el clero, ni sus costumbres…Solo sé que hoy es una de las zonas más conflictivas del planeta, con masacres diarios ante un abandono internacional que no te deja más que suplicar al cielo para que este horror de muerte se pare.
Con el salmista quiero hoy cantar “Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad…”


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