Han sido 3 semanas intensas de vuelta a la querida tierra arequipeña. Queríamos volver no solo por Isabel y por mí, sino por que nuestros hijos se reencontraran y pusieran en su sitio esos recuerdos que seguro estaban en su corazón.
Ahí hemos disfrutado mucho viendo cómo se reenganchaban desde el primer día. Se han sentido a gusto y con libertad para hablar y jugar con sus amigas y amigos como si estos cinco años en España no hubieran transcurrido. Ha sido un salto también en su madurez al insertarse conscientemente a una realidad muy exigente, en la que la pobreza salta a la vista. Y lo han vivido con naturalidad. No quieren regresarse a casa. Porque se sienten en casa.
Volver a nuestra parroquia, a la comunidad de Villa Ecológica, pero también a las de Buen Pastor y Cristo Rey, en las que también dejamos amigos y mucho cariño. Experimentar la generosidad del pueblo, su alegría sincera… y la falta de tiempo para llegar a todos los que nos hubiera gustado.
¿Hemos venido en misión? Porque pensábamos que veníamos de vacaciones, pero es difícil buscar el límite. Hemos vivido la misión en el encuentro, aunque esta vez no teníamos el rigor de las planificaciones, actividades, ritmos… Pero tampoco teníamos el cuerpo y el corazón entrenado, así que hemos tenido que ir a otro ritmo. Lo que más hemos disfrutado ha sido encontrarnos con las familias amigas, compartir como familia cómo han sido estos años de distancia para ellos y para nosotros, sentirnos familia entre familias, con unas claves comunes como padres y madres, a pesar de las diferencias de nuestros contextos. Cómo han progresado algunas, cómo han sufrido otras, las ilusiones por el ingreso en la universidad de los chicos, los sueños de una nueva generación peruana de profesionales, honestos, que pasen la página de la corrupción política que sigue ahogando al país, abocado a un nuevo proceso electoral anticipado. Un misterio: la alegría sostenida e inocente de las familias que se mantienen fieles en su pobreza, fieles en su matrimonio y en la parroquia, frente a la frialdad en las que han conseguido una casa hermosa y una economía mejor… pero su convivencia familiar se ha deteriorado, aun sin violencia explícita.
De la situación social, me sorprendió la fuerte presencia de inmigrantes venezolanos, y los mismos clichés de siempre: que no trabajan bien, que son flojos, que se aprovechan de los peruanos, que no se les debería abrir sin más la puerta… Es un nuevo reto para esta sociedad, convertirse en sociedad de acogida, en el que la Iglesia todavía no parece dar un paso al frente. Debe ser complicado ser a la vez una sociedad en formación y acoger a los que vienen de mundos peores que el tuyo.
En Villa Ecológica, la comunidad Ayllu de Neuza Andrea y Paula es un motor de alegría. Son dos terremotos de sonrisas para los abuelitos, para las familias. Vienen muy bien, son tan jóvenes… conectan con los jovencitos y con los mayores, y son una chispa en la comunidad de los padres combonianos.
Los mejores recuerdos: Volver a ver a Maricarmen Fonseca, niña especial que fue desahuciada por los doctores (no de la ley, sino médicos) al año de vida: “Cualquier catarro se la llevará” Ni los cirujanos de la campaña norteamericana la quisieron operar por la complejidad de su caso. Ahora estudia en su cole, va solita en el bus escolar, es cuidada por su familia como una princesa. En España los serivcios sociales habrían retirado a todos los 6 hijitos, pero es el milagro de la vida, de la pobreza. Maricarmen es el ojo derecho del Sr. Teo, músico y albañil. “No se enferma, hermanito, es fuerte. Los otros caen en la gripe, pero ella no”. Y la visita a Matías, el otro niño especial que ya cumplió 9 años, en su casita, ya mejorada después de que su papá tenga un contrato estable en una empresa. La alegría espontánea de estos hijitos, cómo se entendieron Carmen y Ángel con Matías y su hermano Christofer de 1 año. El brindis con Inka Cola en su azotea, junto a los vecinos de al lado, que un día estuvieron enemistados pero pudieron reencontrarse. Y al final bailando las dos familias la música arequipeña… ¡Hagamos 3 tiendas…! Un anticipo del banquete que nos espera si queremos compartirlo con los extranjeros, las prostitutas y los descartados que nos llevan la delantera.
Gonzalo Violero, LMC