El pasado fin de semana las redes sociales combonianas repetían hasta la saciedad dos eventos: la muerte repentina de un joven misionero comboniano de 48 años y la nominación cardenalicia de un obispo comboniano.
El sábado 31 de agosto un infarto terminaba con la vida del comboniano filipino Eutiquio Mula en Nairobi (Kenya). Llevaba trabajando en este país africano desde 2009 y a pesar de tener un ligero sobrepeso nunca había manifestado remarcables problemas de salud.
Al día siguiente, el domingo 1 de septiembre, el papa Francisco comunicaba la lista de 13 obispos que serán creados cardenales en el Consistorio del próximo 5 de octubre. Entre ellos, el comboniano español Mons. Miguel Ángel Ayuso, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso. Es la primera vez en la historia de la Familia Comboniana que un misionero comboniano obtiene la dignidad cardenalicia.
Ante sentimientos tan contratados venían a nuestro recuerdo las palabras que escribió nuestro fundador San Daniel Comboni a su primo Eustaquio:
«Nuestra vida, la vida del misionero, es una mezcla de dolor y gozo, de preocupaciones y esperanzas, de sufrimientos y alivios. Se trabaja con las manos y con la cabeza, se viaja a pie y en piragua, se estudia, se suda, se sufre, se goza: esto es cuanto quiere de nosotros la Providencia».