Los juicios de Jesús tienen lugar tras puertas cerradas. Cerradas a quienes pueden defender a Jesús. A quienes incordian a los jueces injustos. Y al propio Jesús (pues no le acogen para escucharle, sino tan solo a la imagen que ya tienen hecha de él).
Hoy podemos preguntarnos si en nuestra vida dejamos entrar de verdad a Jesús. No a la imagen que tenemos de él, sino al Jesús que descoloca, que convierte y transforma todo. Si de verdad le dejamos entrar él transforma nuestra vida.