Hno. Pablo Ostos desde Tete (Mozambique)
Es domingo y he tenido mi presentación en la comunidad parroquial de Chitima. Mucha gente, muchos niños y jóvenes, y una celebración de dos horas y media con una solemnidad impresionante: acólitos, velas, la Palabra, cantos… La iglesia hasta los topes, los niños en el suelo alrededor del altar.
Llegué a las 7 y media de la mañana para estar un poco antes de la Eucaristía, que era a las 8, y así vivir un poco el ambiente y conversar con la gente. Luego dos horas y media de la Eucaristía, más otra hora que me quedé saludando, encontrándome con la gente, poniéndonos al día de las novedades… En fin, toda la mañana. Esto es lo bonito de sentirte parte, miembro, de una parroquia, de una familia que se encuentra, celebra y convive.
Total, que cuando me dijeron que me tenía que presentar a la comunidad pensé en hacer una cosa seria, que fuera realmente una oportunidad para reflexionar yo mismo y preguntarme por qué y para qué estoy aquí. No quería que fuera simplemente decir mi nombre, mi país de procedencia y poco más. La verdad es que al final fue una cosa simple ya que después de dos horas y media, con desmayo de por medio de una acólita a causa del calor, y que al párroco casi se le olvida que tenía que presentarme, salí, dije mi nombre y procedencia, hice una broma con la que se rieron y acabamos rápido. No dejé mi reflexión pero sí queda para mí y también para vosotros, ya que creo que puede ser interesante compartirla.
Después de tres años en España vuelvo a Mozambique, país donde viví mis cuatro primeros años de vida misionera como hermano comboniano. Hay cambios, no vuelvo a la diócesis de Nacala, donde estuve anteriormente, sino que he sido enviado a la diócesis de Tete. La vida es un camino donde todo va cambiando, incluso el Pablo que vuelve no es el mismo que salió.
Volver después de tres años significa comenzar de nuevo: la adaptación al clima, a las comidas, a la realidad y a la cultura. Es otra forma de vida. Muchas cosas que te llaman la atención y que ahora no hago más que comparar con mi experiencia anterior en el norte. Hay muchos cambios. A nivel externo, principalmente la existencia y uso del ganado, bueyes y burros principalmente, que permite el uso del carro y por tanto el transporte de cargas (arena, agua, palos, etc.) así como el uso del arado y la labranza de la tierra. Se ven mejores casas y mejores vestidos. A nivel interno…mejor no decir nada porque todo es muy complejo. Tengo que esperar más tiempo.
Aquí me incorporo a la comunidad de Chitima que está compuesta por los padres Constantino, que es de Beira (Mozambique), y Heriberto, brasileño. Ambos acompañan a las parroquias de Chitima y Mucubura.
Seis días después de mi llegada a Chitima hice mi presentación en la comunidad sede de la parroquia. Y, de nuevo, quise aprovechar la ocasión para respondar a las preguntas que dan título a esta carta: ¿por qué y para qué estoy aquí?
Estoy aquí porque Dios quiere. No es mi idea. Es el fruto de una llamada, de una vocación y misión, de un envío y de un acompañamiento. Como ocurrió con Moisés, es Dios quien tiene algo que hacer a través de uno. Todos tenemos una vocación y una misión, un don, un servicio que prestar a la humanidad y tenemos que descubrirlo, cuidarlo y servirlo. Dios-Padre nos llama a todos a una misión y esta es la mía.
Y estoy aquí para compartir mi experiencia personal de fe, junto con la de mi Iglesia particular de la diócesis de Córdoba, y para aprender de esta Iglesia de Tete y de la experiencia de fe de cada una de las personas con las que me relacione.
Estoy aquí para vivir el Evangelio de Jesucristo que nos enseña con su vida que Dios es Padre de todo ser humano. Ese Evangelio que me pregunta: “¿Dónde está tu hermano? ¿Cómo está tu hermano?” Y eso es lo que quiero hacer aquí, vivir mi condición de hermano de este pueblo estando y sintiéndome cerca de ellos, conociéndolos, queriéndolos, respetándolos y acompañándolos. Que el Dios que me llama a esta tarea me ayude a vivirla.