SELAM (paz, en Amhárico) desde Etiopía, un precioso país que realmente necesita de paz hoy día .
Entre tanto conflicto, sinrazón y enfrentamiento hay siempre noticias que son reflejo de que el Espíritu nunca deja de soplar, y de que Dios nunca abandona, sobre todo a los más débiles.
Creo que todos conocéis el trabajo que realizamos con algunos niños de la calle, buscándoles familia con los que alojarlos. Creo que también conocéis el caso de Fasika y Wadem, dos hermanos que desde que el menor tenía un año vivían en la calle, robando y mendigando, sin que nadie pudiera acogerlos (ya que la madre de ellos murió en el parto del segundo, y ese hecho estigmatizó a los propios niños). De cómo el pequeño tenía una enfermedad en los riñones que hacía que se hinchara todo el cuerpo cada cierto tiempo, y se le llenara de heridas.
De cómo intentamos con varios parientes, incluso ayudándoles económicamente, pero más que cuidarlos los maltrataban.
Y de cómo durante el peor momento de la guerra los niños desaparecieron con otros familiares que huyeron al bosque, y los encontramos a los meses completamente desnutridos.
Pues bien, nuestro trabajo y nuestra oración han dado sus frutos, cuando tenían que darlos.
Ambos han sido acogidos por una familia de parroquianos muy comprometida, oficialmente por uno de los hijos de dicha familia, que está recién casado y con un bebé (digo por la familia entera porque aquí se vive en clan, y toda la familia debe aceptarlo, y así ha sido; Bewa, la matriarca, reunió a todos, expuso el problema y aceptaron acogerlos de por vida). El gobierno local ha firmado ya los papeles.
Antes de venir a Addis fui a visitarlos. Viven en una casa sencilla pero muy limpia, se duchan a diario y se cambian de ropa. Van calzados. Comen varias veces al día (y pican otras tantas 😄). Han engordado (aquí eso es salud).
Viven rodeados de otros niños y niñas, con los que juegan, cantan y disfrutan; el mayor va a la escuela (a lo que aquí sería Educación Infantil).
Os adjunto una foto mía con ellos (para que podáis apreciar su sonrisa despreocupada, al fin), y un video del más pequeño cantando una canción tradicional (hasta que fue acogido sólo lloraba y lloraba).
Está claro que nosotros trabajamos hasta donde humanamente podemos. Y Dios hace todo el resto, valiéndose de nosotros para que seamos sus manos aquí, y Él pueda obrar el milagro a través de nosotros.