Solemos ver la cruz como sinónimo de sufrimiento, pero hoy queremos contemplar la cruz como la consecuencia de haber llevado una vida coherente con el proyecto de Dios. La cruz como el final de una vida vivida a favor de los últimos, tal y como hizo Jesús.
Una cruz que nos hace humanos y solidarios con los crucificados de este mundo, liberadora y salvadora.
Lo que nos salva es el amor de Dios, lo que nos anima a vivir de forma coherente y entregada a Dios en los demás.